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lunes, 14 de marzo de 2016

Diálogo en el Laboratorio: Atalanta - 2° Parte

Como había prometido, acá está la segunda parte del cuento Atalanta.


Ya de vuelta y recostado en su habitación, Manuel repasaba en su mente la imagen de los ojos de Javier mirándolo, sabiendo que moriría, rogándole que lo salvara. Su malestar era profundo, esa angustia que se siente ante lo inevitable y desagradable lo carcomía desde adentro. El golpe suave y seco en la puerta de su habitación lo rescató de esa película desagradable.
-Adelante. –dijo Manuel con la voz apagada.
Al abrirse la puerta entró la Dra. Sandoval, que se sentó en la silla. La expresión de comprensión y apoyo que emanaba de sus ojos era la misma que la de una madre ante el hijo que perdió su juguete favorito.
-Fue horrible, lo más desagradable que vi en mi vida. –expresó Manuel mientras exhalaba toda su angustia en una respiración extendida.
-Lo sé –dijo la Dra. Sandoval- Por eso hay que terminar con esa aberración. En diez minutos servirán el almuerzo. Te espero allí, luego iremos al laboratorio a trabajar.
-Necesito ver todo el trabajo del Dr. Hammer para poder imaginar una solución a este problema. Pero quiero que sepan que si no podemos acabar con la Atalanta, yo mismo daré aviso a las fuerzas de seguridad para que ellos se encarguen.
La sonrisa de Laura, antes de salir de la habitación, le confirmó que había tomado una decisión correcta.
Luego del funerario almuerzo, que tuvo solo las palabras del Jefe Polinsky para recordar a Javier Feldman, Manuel y Laura se dirigieron al laboratorio 4 para analizar y estudiar toda la investigación del Dr. Hammer. Mientras tanto, el jefe Polinsky y Méndez se encargaban de vigilar que la mantis no fuera a dejar la isla, le proveían del alimento suficiente y trataban de mantener la menor actividad posible en la isla, para que no se sintiera amenazada.
Entre papeles e imágenes y documentos visibles en los monitores, Laura y Manuel comenzaron a intercambiar información personal.
-Así que estudiaste en la Universidad Complutense de Madrid. –dijo Manuel.
-Sí, allí me recibí, pero el doctorado lo hice en Harvard. ¿Y vos donde estudiaste?
-Cursé 4 años de Ingeniería Bioquímica en la Universidad de San Juan, en Argentina. Luego conseguí una beca para estudiar ingeniería genética en la Universidad de Burgos. Allí también realicé una especialización en Botánica Genética y la especialización en Control de Plagas en la Agricultura.
La conversación continuó profundizando en el ámbito personal. Descubrieron, no solo que tenían muchas cosas en común, sino también que ambos, por distintas razones, estaban solos en la vida.
Mientras tanto, Polinsky y Méndez discutían diferentes posibilidades. Incluso se comunicaron con el directorio del Laboratorio para informarles la situación y pedir órdenes a seguir. Por supuesto, la orden del directorio fue intentar destruir al animal sin “levantar la perdiz”, como suele decirse. El directorio estaba más preocupado por las consecuencias legales que sucederían si se hacía pública la existencia de tal animal. De todas formas, le dijeron al Jefe Polinsky que podía llamar en cualquier momento para lo que necesitara, y que, de requerir algún tipo de material, inmediatamente partiría un helicóptero hacia la isla.
Estaban (Polinsky y Méndez) tratando de encontrar la mejor estrategia de caza para poder acabar con la Atalanta, cuando entraron Laura y Manuel:
-¡Encontramos la forma de atrapar a la Atalanta! –dijo Manuel.
-Manuel se dio cuenta de un detalle que nosotros no habíamos tenido en cuenta, explícales. –agregó la Dra. Sandoval.
-Verán, resulta que la Atalanta no es “la”, es “el”. Esa mantis es macho y esa puede ser nuestra arma para atraparlo y matarlo.
-No entiendo. ¿Cómo?
-Podemos utilizar hormonas sexuales de mantis hembra para producir las feromonas que emite la hembra para atraer al macho, de esa forma podremos atraerlo. Antes no hemos podido atraparlo porque es él el que nos espera. La forma de caza de la mantis es muy similar a poner una trampa, y nosotros caíamos en ella. Con esta opción de las feromonas podríamos cambiar la situación. Él vendrá a nosotros y ahí lo mataremos.
Polinsky y Méndez se miraron con sorpresa por la idea. Luego reconocieron la posible efectividad de ponerla en práctica.
-¿Qué se necesita? –interrogó el Jefe Polinsky.
-Necesitamos producir una gran cantidad de feromonas.
-Eso podemos hacerlo acá. –agregó la Dra. Sandoval.
-Necesitamos algo más, que acá no podemos hacerlo. El Atalanta debe ver algo que parezca una mantis. Puede ser un modelo en madera, o en plástico, o en poliurertano inflado.
-Yo me encargo de eso, hablaré al directorio para que lo hagan lo antes posible. ¿Alguna característica en particular? –dijo Polinsky.
-Que sea del mismo verde que nuestra presa y de tamaño algo mayor.
Inmediatamente todos se pusieron a trabajar. El Jefe Polinsky informó que el directorio encargaría el modelo a una empresa de muñecos publicitarios.
Un día y medio después, llegó el helicóptero con el modelo de mantis. Inmediatamente lo llevaron al lugar que habían dispuesto para la trampa. Cuando el Atalanta se posara sobre el modelo, una gran red (de las utilizadas para la pesca) sostenida por duros caños de acero, caería sobre él; al estilo de las típicas trampas para ratones, como las que usaba Tom para tratar de atrapar a Jerry. Una vez atrapado, Méndez caminaría sobre la espalda del animal, sostenido por unos arneses por si los movimientos de Atalanta lo desequilibraban, y cortaría la cabeza con una sierra eléctrica.
Una vez dispuesto el modelo y asegurada la trampa, se rociaron las feromonas sobre el modelo y cada uno ocupó su lugar, bien oculto. No hubo que esperar mucho tiempo hasta que apareció el Atalanta volando y posándose sobre una palmera. Desde allí observó al modelo, movió reiteradamente sus antenas para detectar las feromonas, y luego se lanzó estrepitosamente sobre el modelo. En un movimiento fugaz, la trampa reaccionó y capturó al animal. Atalanta luchaba por liberarse, pero le era imposible. Sin embargo, los bruscos movimientos del animal no dejaban que Méndez pudiera subir por su espalda y terminar con la aberración. La situación se complicaba porque las fuertes patas delanteras habían comenzado a dañar la red y pronto se cortaría, permitiendo que Atalanta escapara.
Sin dudarlo, Manuel corrió hasta la camioneta en la que se habían movilizado hasta el lugar, y sacó un envase cilíndrico que contenía pesticida. Se acercó a Atalanta, estaba frente a frente con aquel animal que había terminado con la vida de Javier Feldman, con él como el testigo más fiel. Los tres pares de ojos simples de la bestia, lanzaban una mirada apuñaladora a los ojos de Manuel; podía sentirla como si fueran las patas delanteras atravesándolo. Sin mayor titubeo, abrió la válvula del recipiente y apuntó todo el chorro de pesticida a la boca de la mantis. El pesticida no mató al animal, pero fue suficiente para adormecerlo, situación que Méndez aprovechó para cortar la cabeza como se había planeado.
Pocos segundos después no había movimiento alguno. Atalanta se había convertido en un cuerpo inerte. El Jefe Polinsky mandó a quemar el cuerpo. También se destruirían todos los detalles de la investigación del Dr. Hammer referidos a cómo lograr ese monstruo. Manuel continuaría las investigaciones en el área de control de plagas en el Laboratorio.
Por la tarde noche, luego de haber terminado de destruir los últimos archivos de la investigación paralela del Dr. Hammer:
-Parece que nos veremos muy seguido, digo, como ahora trabajaré acá. –se dirigió Manuel a Laura.
-Sí, eso parece. –respondió Laura. –Podremos continuar la conversación del otro día.-agregó con una sonrisa.
-Te invito un café.

-Bien, vamos.

Licencia: Diálogo en el Laboratorio: Atalanta - 2° Parte por Rubén H. Cortez C. se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. 
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