Ya de vuelta
y recostado en su habitación, Manuel repasaba en su mente la imagen
de los ojos de Javier mirándolo, sabiendo que moriría, rogándole
que lo salvara. Su malestar era profundo, esa angustia que se siente
ante lo inevitable y desagradable lo carcomía desde adentro. El
golpe suave y seco en la puerta de su habitación lo rescató de esa
película desagradable.
-Adelante.
–dijo Manuel con la voz apagada.
Al abrirse la
puerta entró la Dra. Sandoval, que se sentó en la silla. La
expresión de comprensión y apoyo que emanaba de sus ojos era la
misma que la de una madre ante el hijo que perdió su juguete
favorito.
-Fue
horrible, lo más desagradable que vi en mi vida. –expresó Manuel
mientras exhalaba toda su angustia en una respiración extendida.
-Lo sé –dijo
la Dra. Sandoval- Por eso hay que terminar con esa aberración. En
diez minutos servirán el almuerzo. Te espero allí, luego iremos al
laboratorio a trabajar.
-Necesito ver
todo el trabajo del Dr. Hammer para poder imaginar una solución a
este problema. Pero quiero que sepan que si no podemos acabar con la
Atalanta, yo mismo daré aviso a las fuerzas de seguridad para que
ellos se encarguen.
La sonrisa de
Laura, antes de salir de la habitación, le confirmó que había
tomado una decisión correcta.
Luego del
funerario almuerzo, que tuvo solo las palabras del Jefe Polinsky para
recordar a Javier Feldman, Manuel y Laura se dirigieron al
laboratorio 4 para analizar y estudiar toda la investigación del Dr.
Hammer. Mientras tanto, el jefe Polinsky y Méndez se encargaban de
vigilar que la mantis no fuera a dejar la isla, le proveían del
alimento suficiente y trataban de mantener la menor actividad posible
en la isla, para que no se sintiera amenazada.
Entre papeles
e imágenes y documentos visibles en los monitores, Laura y Manuel
comenzaron a intercambiar información personal.
-Así que
estudiaste en la Universidad Complutense de Madrid. –dijo Manuel.
-Sí, allí
me recibí, pero el doctorado lo hice en Harvard. ¿Y vos donde
estudiaste?
-Cursé 4
años de Ingeniería Bioquímica en la Universidad de San Juan, en
Argentina. Luego conseguí una beca para estudiar ingeniería
genética en la Universidad de Burgos. Allí también realicé una
especialización en Botánica Genética y la especialización en
Control de Plagas en la Agricultura.
La
conversación continuó profundizando en el ámbito personal.
Descubrieron, no solo que tenían muchas cosas en común, sino
también que ambos, por distintas razones, estaban solos en la vida.
Mientras
tanto, Polinsky y Méndez discutían diferentes posibilidades.
Incluso se comunicaron con el directorio del Laboratorio para
informarles la situación y pedir órdenes a seguir. Por supuesto,
la orden del directorio fue intentar destruir al animal sin “levantar
la perdiz”, como suele decirse. El directorio estaba más
preocupado por las consecuencias legales que sucederían si se hacía
pública la existencia de tal animal. De todas formas, le dijeron al
Jefe Polinsky que podía llamar en cualquier momento para lo que
necesitara, y que, de requerir algún tipo de material,
inmediatamente partiría un helicóptero hacia la isla.
Estaban
(Polinsky y Méndez) tratando de encontrar la mejor estrategia de
caza para poder acabar con la Atalanta, cuando entraron Laura y
Manuel:
-¡Encontramos
la forma de atrapar a la Atalanta! –dijo Manuel.
-Manuel se
dio cuenta de un detalle que nosotros no habíamos tenido en cuenta,
explícales. –agregó la Dra. Sandoval.
-Verán,
resulta que la Atalanta no es “la”, es “el”. Esa mantis es
macho y esa puede ser nuestra arma para atraparlo y matarlo.
-No entiendo.
¿Cómo?
-Podemos
utilizar hormonas sexuales de mantis hembra para producir las
feromonas que emite la hembra para atraer al macho, de esa forma
podremos atraerlo. Antes no hemos podido atraparlo porque es él el
que nos espera. La forma de caza de la mantis es muy similar a poner
una trampa, y nosotros caíamos en ella. Con esta opción de las
feromonas podríamos cambiar la situación. Él vendrá a nosotros y
ahí lo mataremos.
Polinsky y
Méndez se miraron con sorpresa por la idea. Luego reconocieron la
posible efectividad de ponerla en práctica.
-¿Qué se
necesita? –interrogó el Jefe Polinsky.
-Necesitamos
producir una gran cantidad de feromonas.
-Eso podemos
hacerlo acá. –agregó la Dra. Sandoval.
-Necesitamos
algo más, que acá no podemos hacerlo. El Atalanta debe ver algo que
parezca una mantis. Puede ser un modelo en madera, o en plástico, o
en poliurertano inflado.
-Yo me
encargo de eso, hablaré al directorio para que lo hagan lo antes
posible. ¿Alguna característica en particular? –dijo Polinsky.
-Que sea del
mismo verde que nuestra presa y de tamaño algo mayor.
Inmediatamente
todos se pusieron a trabajar. El Jefe Polinsky informó que el
directorio encargaría el modelo a una empresa de muñecos
publicitarios.
Un día y
medio después, llegó el helicóptero con el modelo de mantis.
Inmediatamente lo llevaron al lugar que habían dispuesto para la
trampa. Cuando el Atalanta se posara sobre el modelo, una gran red
(de las utilizadas para la pesca) sostenida por duros caños de
acero, caería sobre él; al estilo de las típicas trampas para
ratones, como las que usaba Tom para tratar de atrapar a Jerry. Una
vez atrapado, Méndez caminaría sobre la espalda del animal,
sostenido por unos arneses por si los movimientos de Atalanta lo
desequilibraban, y cortaría la cabeza con una sierra eléctrica.
Una vez
dispuesto el modelo y asegurada la trampa, se rociaron las feromonas
sobre el modelo y cada uno ocupó su lugar, bien oculto. No hubo que
esperar mucho tiempo hasta que apareció el Atalanta volando y
posándose sobre una palmera. Desde allí observó al modelo, movió
reiteradamente sus antenas para detectar las feromonas, y luego se
lanzó estrepitosamente sobre el modelo. En un movimiento fugaz, la
trampa reaccionó y capturó al animal. Atalanta luchaba por
liberarse, pero le era imposible. Sin embargo, los bruscos
movimientos del animal no dejaban que Méndez pudiera subir por su
espalda y terminar con la aberración. La situación se complicaba
porque las fuertes patas delanteras habían comenzado a dañar la red
y pronto se cortaría, permitiendo que Atalanta escapara.
Sin dudarlo,
Manuel corrió hasta la camioneta en la que se habían movilizado
hasta el lugar, y sacó un envase cilíndrico que contenía
pesticida. Se acercó a Atalanta, estaba frente a frente con aquel
animal que había terminado con la vida de Javier Feldman, con él
como el testigo más fiel. Los tres pares de ojos simples de la
bestia, lanzaban una mirada apuñaladora a los ojos de Manuel; podía
sentirla como si fueran las patas delanteras atravesándolo. Sin
mayor titubeo, abrió la válvula del recipiente y apuntó todo el
chorro de pesticida a la boca de la mantis. El pesticida no mató al
animal, pero fue suficiente para adormecerlo, situación que Méndez
aprovechó para cortar la cabeza como se había planeado.
Pocos
segundos después no había movimiento alguno. Atalanta se había
convertido en un cuerpo inerte. El Jefe Polinsky mandó a quemar el
cuerpo. También se destruirían todos los detalles de la
investigación del Dr. Hammer referidos a cómo lograr ese monstruo.
Manuel continuaría las investigaciones en el área de control de
plagas en el Laboratorio.
Por la tarde
noche, luego de haber terminado de destruir los últimos archivos de
la investigación paralela del Dr. Hammer:
-Parece que
nos veremos muy seguido, digo, como ahora trabajaré acá. –se
dirigió Manuel a Laura.
-Sí, eso
parece. –respondió Laura. –Podremos continuar la conversación
del otro día.-agregó con una sonrisa.
-Te invito un
café.
-Bien, vamos.
Licencia: Diálogo en el Laboratorio: Atalanta - 2° Parte por Rubén H. Cortez C. se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
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